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Deberías plantearte lo del arbitraje, Dani, te puede ayudar a pagarte los estudios.
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¡Tú estás chalada! ¿Acaso no has visto la pinta que tienen los árbitros?
Pero Lidia, una habitual de la mesa de anotación en
los partidos del Caja de Ronda, insistió. Una, otra y una más, hasta que
su hermano pensó que sí, que tal vez no era tan mala idea, que quizás
ese periplo con tantos virajes repentinos en el mundo del deporte no era
más que una forma de aplazar lo inevitable. Un silbato, una vida. Un
destino ya marcado.
La mamá, profesora, practicaba gimnasia rítmica. El papá, artista y
grabador de relojes, llegó a ganar pruebas de atletismo en su juventud
antes de convertirse en campeón de España de veteranos en tiro con arco.
Y el pequeño Dani, por poco, estuvo a punto de dibujar
su futuro anclado a esos 7'32 metros de largo y 2'44 metros de alto de
la portería de fútbol.
Porque una vez, en una final con su colegio San Estanislao de Kotska,
se atrevió a parar cuatro penaltis y su profesor, entonces preparador
físico en el Club Deportivo Málaga, le ofreció entrar en el club de
Martiricos. "Estuve cuatro o cinco años allí, llegando a entrar
como infantil en el equipo superior en el Viso. Coincidí con los
Castillo o los Quino, un año menor, entrené con Búa y Américo y además
Gallardo, que en paz descanse, me regaló las Adidas que usaba Arconada.
Cada fin de semana iba a La Rosaleda como recogepelotas y llegué a vivir
incluso el inolvidable 6-2 del Málaga al Real Madrid".
Hierrezuelo narra con pasión y emoción aquella época, pero con muy poca nostalgia. Su balón era otro. "Dejé
el fútbol porque no encajaba mucho en su ambiente y, sin saber jugar al
baloncesto, entré en el Caja de Ronda a través de una Operación Altura.
Le pedí al entrenador que me dejara aprender un año y, si lo conseguía,
me ficharan. Me lo concedió y acabé jugando cinco años más allí".
Un exterior defensivo, que ejerció alguna vez de 4, más centrado en
parar a la estrella rival que en mirar al aro. Los duelos contra el
Mayoral de Nacho Rodríguez, su compañero en San Estanislao, con el futuro técnico de Unicaja Pedro Ramírez al mando. Las batallas contra los Jacinto Castillo o Miguel Luna.
El paso a la titularidad, en sus dos últimos cursos, y la ilusión de
viajar con el equipo de segunda categoría. Fueron sus últimos coletazos.
El despertar de un sueño, la salida del Caja de Ronda, la opción
declinada de irse a Lorca para jugar en otro equipo de la categoría de
plata y la decisión de cambiar de rumbo y apostar por los estudios de
Educación Física en Granada. El coqueteo con el waterpolo y el rugby, su
trabajo en una discoteca granadina -Hierrezuelo
acabaría trabajando en diversos bares de Granada y Málaga y teniendo
varios negocios en el mundo de la hostelería- y la vez que Lidia le cambió la vida. Cómo olvidarla.
De tanto que insistió su hermana, Daniel Hierrezuelo
no se lo pensó dos veces y se plantó una mañana en el Colegio de
Árbitros, mostrándole a su presidente las ganas que tenía de dirigir. Antonio Campaña, el nombre de aquel buen tipo, le tiró el uniforme de improviso y se lo dejó muy claro:
- Si de verdad quieres hacerlo, te pones esto mañana y te vienes a arbitrar en Los Guindos.
- ¡Pero si a mí me falta mucho por aprender!
- En Los Guindos, no lo olvides.
Y hasta allá que fue Daniel, tardando en señalar
alguna jugada, olvidándose por el camino de alguna regla, y poniéndole
tanto empeño e ilusión que los entrenadores de cada equipo acabaron, al
término del encuentro, felicitando al novato, que empezó a repetirse que
por qué no. ¿Y si Lidia iba a tener una vez más razón?

©
"No es un trabajo, es una devoción"
El camino fue de vértigo. De Los Guindos al curso de árbitros. De
provinciales a tercera andaluza, subiendo un escalón cada año hasta la
EBA, donde destacó en su estreno. Corría el año 95, año clave para
entender la Málaga basquetbolera, allá cuando el triple de Ansley no entró pero un país entero se enamoró de la humildad del Unicaja de Imbroda,
con cifras récords en audiencias y una explosión en la ciudad que fue
mucho más allá de lo meramente deportivo. Un fenómeno social que
traspasó Ciudad Jardín. Y un contexto idóneo, de viento a favor, para el
joven colegiado.
Pocos meses después de aquella final de thriller contra el Barça, el entonces director de Arbitraje de la acb Santiago Fernández
se desplazó a la ciudad costasoleña para unas charlas con árbitros y
jugadores de la provincia. En la ronda de preguntas, el técnico cajista Javier Imbroda
tomó la palabra para cuestionar cómo era posible que, con el auge del
baloncesto en Málaga, no hubiera en la máxima competición ningún árbitro
malagueño. "Santiago Fernández se quedó sorprendido, respondiéndole que no se preocupara pues pronto lo habría. Y acabé subiendo a la acb", confiesa el colegiado malacitano.
Con solo 25 añitos y solo siete años después de los consejos de Lidia, Hierrezuelo
debutó un 19 de septiembre de 1995, con un Xacabeo Ourense 99 - Caja
San Fernando en el que, tras tardar varios minutos en señalar algo y
hacerlo con un mero saque de banda, tuvo que soportar como un espectador
le avisaba de lo que le venía por delante:
- ¡Hierrezuelooo! ¡Que te estás cargando el baloncesto español!

© acb Photo / Albert Martín
Corrían tiempos de los Mas, Gallo, Fajardo y Neyro, en un baloncesto que cada vez le queda más y más lejano.
"No tiene nada que ver lo de ahora a cuando yo empecé, cuando no
primaba lo físico sobre lo técnico y lo táctico. Pillé la última
temporada con dos colegiados y todo era muy distinto: la línea de triple
estaba a 6,25 y las posesiones eran de treinta segundos, más lentas y
elaboradas".
Sin darse cuenta, iría creciendo de su mano, como cuando de repente se vio, en su segunda temporada, al lado de Betancor y Martín Bertrán en la final de la Copa 96', la del eterno sueño del Cáceres que la Penya se atrevió a conquistar. "Fue una Copa muy bonita, muy diferente, y supone uno de los recuerdos más especiales de su carrera".
Daniel Hierrezuelo tiene un amplio abanico de
anécdotas que salen de forma natural en cada entrevista que deriva en
ello, como cuando, tras un feo codazo de Jacky Espinosa
y conociendo su fe religiosa, se dirió al jugador para decirle que no
diera más codazo pues el de arriba lo veía todo, con el alero pidiendo
perdón y prometiendo que no volvería a pasar. El 2+1 de San Emeterio
para darle el título liguero al Baskonia, la Final Four de Estambul, el
miedo en un Nigeria-Argelia del Afrobasket y, en lo más alto de ese
sinfín de momentos, la final de la Copa del Rey 2001, aquel Barça-Real
Madrid marcado por la explosión salvaje de Pau Gasol. Y, además, en su tierra.
Han pasado más de dos décadas de aquello y Daniel Hierrezuelo
jura y perjura que siente la misma pasión del primer día, a un paso de
cumplir los 900 encuentros en Liga Endesa, una cifra escandalosa que le
deja segundo en un ranking en el que solo José Antonio Martín Bertrán (1079) osa superarle. "Es
como si hubieran pasado dos años, no tengo ninguna pesadez ni sensación
de comentar que hay que ver todo lo que llevo. Para mí el arbitraje no
ha sido nunca un trabajo, sino una devoción. Yo disfruto en cada partido
e intento seguir aprendiendo y creciendo, ya que el basket es continua
evolución y has de actualizarte continuamente. Y creéme que cada día es
una experiencia nueva y distinta".
Nº
| Arbitro
| Partidos
|
1 | José Antonio Martín Bertrán | 1079 |
2 | Daniel Hierrezuelo | 899 |
3 | Xavier Amorós | 870 |
4 | Juan Carlos Mitjana | 853 |
5 | Juan Carlos Arteaga | 848 |
Convencido de que cuando uno se convierte en árbitro ya nunca deja de serlo y que 899 contiendas no bastan ("Puedes
perder tu prestigio y la fuerza de una trayectoria en dos encuentros si
no estás motivado, ya que nadie se acuerda del anterior partido"), el malagueño tampoco se obsesiona con la mágica cifra de los 1000, que ya otea en el horizonte: "No
soy de mirar adelante ni para atrás. Sé de donde vengo y donde quiero
llegar, pero no me supone un lastre ni lo hecho ni lo pendiente de
hacer. Si lo consigo, lo consigo. Si no, no pasa nada, ya me siento
bastante satisfecho con mi día a día. No sabemos lo que nos depara el
mañana, fíjate el contexto en el que vivimos. Una pandemia, estar
aislados, mascarillas... ¿quién se lo esperaba? Cambia tanto la vida de
un día para otro que lo de hacer planteamientos a larga escala ni me lo
planteo".
Y es que, a Daniel no le falta razón, antes de los 1000 llegan los
900, que se hicieron esperar. El Río Breogán-Joventut de este domingo
(12:30, Movistar Deportes) será su regreso tras superar en Navidades el
COVID-19. Como ya si ya no le tuviera manía al dichoso coronavirus,
capaz hasta de cambiar su profesión: "No me agradó nada dirigir
con pabellones vacíos. Es más difícil, una sensación desoladora, ya que
no hay nada como sentir el calor del público. Y en nuestro caso no es
que nos animen, pero esos gritos te ayudan a concentrarte. Se había
perdido la esencia de lo que es un partido con presión ambiente, ruido
de grada, gente disfrutando, niños... Fue una situación nada agradable
que no me gustó nada, pero la cosa va mejor y estoy convencido de que
pronto estaremos en una normalidad avanzada que nos hará disfrutar de
las pistas llenas".
Cofrade de pro, Daniel está volcado en la ONG
Holystic Pro Africa, viajando en numerosas ocasiones a Etiopía con
diversos proyectos solidarios, y siempre encuentra la forma más positiva
de encarar la vida por más que esta se lo ponga difícil. Un maldito 7
de enero de 2012, su querida Lidia falleció de cáncer
tras permanecer agarrada a la mano de su hermano durante toda la tarde y
noche del día de Reyes. Desde entonces, Hierrezuelo
siempre arbitra con una cinta de la virgen del Pilar en su honor, como
si así el silbato llenase un poco los huecos que vació su profesión.
Nadie lo sabe mejor que su familia. "Arbitrar en acb e
internacionalmente supone un esfuerzo muy grande, muchos días fuera de
casa. Mis tres hijos han vivido mis ausencias y ellos, junto con mi
mujer, son los grandes damnificados. Supieron entender que esta es mi
profesión y mi pasión y lo tienen bien asumido, aunque eso no quita el
ser consciente de perderme muchas cosas de su evolución. Cada vez que
estoy en casa intento dedicarme plenamente a ellos y estar al 100% para
mi esposa, que cubrió con mucho acierto la educación de nuestros hijos
mientras yo no estaba".
Reconocido nacional e internacionalmente, Hierrezuelo
se considera profeta en su tierra, viviendo situaciones tan impropias
de un árbitro como la de ser abanderado de la Feria de Málaga o tener
una estrella en el Paseo de las Estrellas de Málaga, con el Carpena
siempre mirando.
-
¿Y qué más te queda por cumplir, Daniel?
-
Nada, no tengo nada más por cumplir ni metas por delante.
Viví cosas muy especiales, estoy muy satisfecho con lo hecho. Me
encuentro tremendamente halagado, reconocido por la profesión y por mi
tierra en vida deportiva, algo todavía más difícil, y ne siento querido
por mi ciudad, una ciudad de básquet, generosa con sus deportistas.
-
Ya me has dicho que no te gusta mirar hacia delante, ¿pero no te gustaría mandarle un mensaje al Hierrezuelo de los mil partidos?
-
Si llega a esa cifra, solo espero que lo haga sintiendo la misma
pasión, el mismo cosquilleo que noto hoy en día cuando espero recibir
las designaciones, dándole a actualizar, para ver qué partido me toca,
cómo cuadro el viaje y cómo organizo mi vida. Después de 27 años en la
acb y dos décadas como internacional permanece ese gusanillo que espero
que tenga el de los mil partidos. Eso es lo que le pido. Simplemente,
que no pierda la ilusión y el respeto por un trabajo tan importante.